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miércoles, 26 de diciembre de 2018

Las Ordenes de Caballería: Desmitificando el Pasado PARTE II

Por: Alejandro Robledo Rodríguez 1


Concepto y origen

Hermann von Salza
"La época de la Caballería ha acabado; la de los sofistas, la de los economistas y la de los calculadores ha triunfado, y la gloria de Europa se ha extinguido para siempre". Aunque esta lamentación, proferida por Edmund Burke coincidiendo con la desaparición del Antiguo Régimen, pudiera hacernos pensar que la Caballería se mantuvo viva hasta la Revolución Francesa, lo cierto es que su ciclo histórico hemos de situarlo entre las postrimerías del siglo X y los comienzos de la Reforma, circunstancia que no ha impedido la supervivencia de viejas resonancias épicas hasta las eras más recientes.

Duby -uno de los mejores medievalistas actuales- afirma que es exactamente en el año 971 cuando la expresión latina miles, empleada por entonces para designar la pertenencia al estatuto caballeresco, aparece por primera vez en Francia documentalmente acreditada. A partir de este momento empezará a configurarse en Occidente una nueva categoría social -la Caballería- que poco a poco irá apropiándose de las nociones hasta entonces reservadas a la nobleza en general, y cuya delimitación más acabada dentro de la arquitectura política se producirá en torno al siglo XIII.

Una idea excesivamente simplista, y muy divulgada, reduce la organización estamental del medioevo a la consabida tripartición nobleza, clero y estado llano. En realidad, el ordo tiene una significación más profunda y podemos definirlo como toda agrupación de funciones, profesionales o no, que impone determinados vínculos de solidaridad y deberes de auxilio a sus miembros, y cuya existencia es aceptada como un suceso natural, en un mundo orgánica y jerárquicamente dispuesto bajo la atenta mirada de la Divinidad. En la idílica imagen que los hombres se formaban de la república adjudicábase a cada uno de estos estados (gremios, órdenes monásticas, sacerdotales y militares, grados académicos, etc) una misión específica y singular.

La Caballería surgiría como resultado de la conjunción de diversos factores (anhelo de una vida egregia, evolución de las técnicas castrenses y superioridad de la equitación en los campos de batalla, llamamiento del Papa a la lucha contra la morisma), incardinada entre los grandes señores (optimates) y los campesinos, e integrando un cuerpo de hombres de linaje acreditado y recursos suficientes para procurarse armas y montura -los chevaliers-, consagrados a la guerra, la protección de los débiles y la defensa de la Cristiandad. 

Los ritos de iniciación

Los caballeros eran la mayor parte de las veces, segundones excluidos de la herencia feudal y obligados por ello a vivir en la mansión de sus hermanos primogénitos o a ponerse al servicio de algún poderoso barón que se responsabilizaba de su educación y sustento y con quien llegaban a establecer una relación similar al parentesco. Abandonando a temprana edad la casa paterna, marchaban en busca de la escuela de la vida entre las cuadras, las monterías y los duelos simulados, formando parte de una mesnada donde convivían con otros jóvenes y con hombres más experimentados que les iniciaban en los secretos de la pelea y del amor. Superado este período de aprendizaje eran armados  como caballeros en un acto de gran trascendencia que simbolizaba el tránsito de la adolescencia a la pubertad. En los rituales más primitivos, como la ceremonia teutónica de la entrega de armas, no se daba participación a la clerecía. Pero muy pronto a la liturgia eclesiástica impregnó de significado religioso la promoción de los nuevos caballeros como lo demuestra el Libro de la orden de la caballería, escrito hacia 1275 por el filósofo mallorquín Ramón Llull: "El escudero debe ayunar la víspera de la fiesta... y debe ir a la iglesia es rogar a Dios la noche antes del día en que ha de ser caballero, y debe velar, y estar en oración... al día siguiente conviene que se cante misa solemne... y ofrecerse a la orden de caballería para ser servidor de Dios". En ocasiones el ceremonial era precedido de un baño. El neófito quedaba desnudo y lavaba su cuerpo, purificándolo como en el bautismo. Era su segunda venida al mundo. Luego el padrino le ceñía la espada para significar castidad y justicia. El acontecimiento era completado con una cabalgada del nuevo caballero, que de esta manera mostraba a todos los presentes su reciente condición, y con un gran banquete. En espíritu, el ordo equestris se configuraba como un octavo sacramento que imprimía carácter a quien lo recibía. El caballero quedaba redimido de su tutela y se entregaba a la profesión guerrera obligándose a la estricta  observancia de un código de honor. A partir de ahora debía adentrarse en el difícil camino de la libertad en solitario, con la única ayuda de sus propias fuerzas.

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SIGUE DESMITIFICANDO EL PASADO




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